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Nereo López Meza, regresa a su tierra en el caribe colombiano, nace en Cartagena, recibirá un lindo y merecido homenaje en El carnaval de Barranquilla, sus imagenes estarán en la publicación de la Fundación Carnaval de Barranquilla, ‘Carnaval de Barranquilla, la fiesta sin fin’ . Esa alegría la comparte primero con Agenda Samaria y nos cede para esta publicación dos de sus recientes fotografías tomadas en la ciudad.
Parque de Los Novios (Foto NEREO ®)
Paralelismo Marino (Foto NEREO ®)
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El Libro “Carnaval de Barranquilla. La fiesta sin fin” fue publicado por la Fundación Carnaval de Barranquilla, con la dirección editorial de José Antonio Carbonell Blanco (Editorial Maremágnum)
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Agenda Samaria
Realizador radial, inmerso en la cultura digital y apasionado fotógrafo. Entrevistas y contexto en Agenda Samaria; lo que en ellas se trata refleja particular interés en el desenvolvimiento de las actividades culturales en la ciudad y en la región caribe. Bienvenido!
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Me complace compartir con Ustedes el texto completo del prólogo que escribí para el bello libro “Carnaval de Barranquilla. La fiesta sin fin” publicado por la Fundación Carnaval de Barranquilla, con la dirección editorial de José Antonio Carbonell Blanco (Editorial Maremágnum), el cual se lanzará mañana lunes 28 de febrero a las 5 pm en el Museo del Caribe de Barranquilla. Apartes del mismo fueron publicados hoy en el diario El Heraldo.
Saludos,
Jaime Abello Banfi
Una fiesta que evoluciona – Carnaval de Barranquilla
27 de febrero de 2011 a las 15:35
Una fiesta que evoluciona
Por: Jaime Abello Banfi
Prólogo del libro “Carnaval de Barranquilla. La fiesta sin fin” (Barranquilla, 2011), publicado por la Fundación Carnaval de Barranquilla, con la dirección editorial de José Antonio Carbonell Blanco (Editorial Maremágnum)
Cómo no asombrarse, año tras año, ante el hecho milagroso de la supervivencia y retorno ritual, en esta tierra del eterno verano a orillas del Caribe, de la versión tropical y mestiza de una fiesta de invierno con muchos siglos de antigüedad, juego multitudinario a la transgresión y a la locura que todavía hoy es capaz de generar estados fascinantes de máxima alegría colectiva: el Carnaval de Barranquilla.
Para entender la vitalidad de esta presencia cabe anotar que las fiestas de carnavales se debilitaron o desaparecieron en el transcurso del siglo XX en la mayor parte de América Latina, con la notable excepción de Brasil, ya que las celebraciones originadas en la época colonial no lograron hacer la transición desde poblaciones pequeñas y áreas rurales, para escenificarse en grandes concentraciones urbanas. En Barranquilla, en cambio, se extendieron y consolidaron en directa proporción a la expansión económica y demográfica de esta ciudad republicana, la cual había crecido con rapidez desde la segunda mitad del siglo XIX gracias al dinamismo portuario y comercial que logró por servir como punto de conexión del río Magdalena con el mar Caribe. Su población, compuesta por gente de los más diversos orígenes, se apropió con fervor de esta fiesta permisiva de sabor popular y remoto ancestro pagano, en la que todos encontrarían espacio para proyectar sus identidades, tanto los inmigrantes internos, portadores de las tradiciones folclóricas y la herencia cultural de las provincias de Cartagena, Santa Marta, las poblaciones ribereñas y otras áreas de la región circundante, como aquellos provenientes de otros países, quienes se integraron a la gran fiesta con su bagaje cultural, no solo en los recintos cerrados de sus clubes sino en el fragor de sus calles arenosas.
A lo largo del siglo XX se fueron desplegando los elementos propios y distintivos del Carnaval barranquillero, tal como lo conocemos hoy día: la Reina que preside incansable los festejos, acompañada por un Rey Momo escogido entre los hacedores populares del carnaval; los ritmos locales de la música típica de carnaval, que desde diciembre anuncian en la radio la fiesta que se aproxima; la temporada de pre-carnaval con los ensayos y una programación festiva propia; los espectáculos musicales de tarima; los bailes en clubes sociales, casetas multitudinarias, bailaderos de salsa y verbenas populares de los barrios; la Batalla de Flores y demás desfiles con multitudes danzantes y carrozas alegóricas; los cientos de grupos de carnaval que estructuran la participación festiva de miles de hombres y mujeres de todas las edades, clasificados en agrupaciones de cumbias, danzas de congo, garabato, mapalé, son de negros, danzas de relación, danzas especiales, comparsas de tradición popular, comparsas de fantasía, disfraces individuales y colectivos, comedias y letanías burlescas; las máscaras zoomorfas artesanales y los respectivos disfraces de toros, tigres, chivos, burros, micos, perros, guacamayas y de toda una fauna fantástica. Finalmente, el siempre difunto Joselito Carnaval, monigote simbólico que se entierra paródicamente para cerrar la celebración, en vísperas del miércoles de ceniza que marca el comienzo de la Cuaresma católica.
Para comprender la riqueza folclórica de este carnaval es preciso enfatizar en que demográfica y culturalmente Barranquilla ha sido polo receptor e integrador de los aportes humanos de toda la región Caribe colombiana. Hablamos de un territorio cuya cultura y composición étnica surgen históricamente de las mezclas entre indígenas originarios, colonizadores –provenientes en su mayoría del Sur de España– y el acento distintivo de la fuerte influencia africana aportada por los esclavizados y sus descendientes. La pobreza y la desigualdad de ingresos han sido características históricas de esta región, pero se han compensado con una actitud vitalista, con algún grado de melancolía, y con un cierto espíritu libertario e igualitario que están en la base psicosocial de una cultura popular magnífica y de gran dignidad.
En Barranquilla la pobreza ancestral se ha transmutado en riqueza cultural. El Carnaval ha proporcionado sentido de pertenencia y convertido en acervo colectivo la tradición folclórica trasmitida por generaciones en el seno de familias de bajos ingresos y escasas posesiones materiales. En un país que ha sido afectado por la violencia, este carnaval es un espacio excepcional de convivencia pacífica, tolerancia y diversidad cultural. El hecho es que en Barranquilla los pobres, los de clase media y los ricos han sido capaces de compartir la danza, la jovialidad y el orgullo de contar con este perdurable patrimonio intangible, en un mágico paréntesis que ilusoriamente desestratifica la vida social.
El Carnaval se ha convertido en un referente fundamental para la vida cotidiana de los barranquilleros a lo largo de todo el año. Es, por ejemplo, el asunto que más ha inspirado a escritores, cineastas, artistas plásticos y fotógrafos. Por la misma razón es tema reiterado de debate público, tanto por motivos banales como trascendentales. Y es que la evolución del Carnaval de Barranquilla ha estado sujeta a múltiples tensiones a lo largo de su historia. Piénsese, por ejemplo, en el impacto que ha tenido en esta celebración la transformación de la geografía urbana y la dinámica de cambios sociales y demográficos que han hecho que la ciudad alcance su actual dimensión metropolitana con más de dos millones de habitantes distribuidos en el área que componen no solo el Distrito de Barranquilla, sino los municipios contiguos de Soledad, Malambo, Puerto Colombia y Galapa.
De una sociedad pequeña y provinciana, caracterizada por la proximidad de la vida de familia y de barrio, con un ritmo apacible que permitía encuentros festivos informales y cara a cara, asistimos a una sociedad actual más compleja y urbanizada, con un sentido del tiempo mucho más rápido y exigente, y con mayor preponderancia en las relaciones sociales de los ámbitos de estudio y de trabajo que de los vecinales. La fiesta, con sus presentaciones masivas en desfiles, está ahora condicionada inevitablemente por las distancias y el transporte, los retos logísticos de una celebración a la que concurren cientos de miles como espectadores, los controles policivos de seguridad y prevención y las exigencias de la transmisiones de televisión, por mencionar solo algunos factores. Desde el punto de vista económico se ha transformado en un gran negocio que moviliza miles de millones de pesos en publicidad, actos de relaciones públicas, servicios musicales, entradas a palcos y espectáculos, hoteles, consumo de licor y de comida, confección de vestuario, disfraces y artesanías.
La evolución del Carnaval de Barranquilla, vista en función de contextos urbanos y sociales que se modifican, supone asumir esta fiesta como un fenómeno dinámico con enormes retos de adaptación y orientación estratégica en la era de la globalización. Hay, por ejemplo, tendencias que pugnan por una fiesta participativa, relajada y descentralizada, y otras que la desean más mediática –es decir regulada, cronometrada y concentrada– con miras a proyectarla al mundo como evento de interés global. Es necesario buscar un aprovechamiento sostenible del creciente turismo receptivo nacional e internacional, que hace que la fiesta ya no solo sea de los locales. Al mismo tiempo, se debe garantizar el acceso mayoritario a los espectáculos y servicios del Carnaval a costos razonables, pero el aumento de la demanda y la escasez de espacios apropiados presionan el alza de los precios y debilitan la participación ciudadana, lo cual constituye una amenaza a tener en cuenta. En otro frente, se reclama que las autoridades se comprometan seriamente con el apoyo a programas de investigación cultural y pedagogía social y con la adopción de políticas, proyectos y fuentes de financiamiento no comercial para cumplir la obligación de preservar y proteger un legado que ha sido reconocido formalmente como patrimonio nacional y universal, incluyendo estrategias de desarrollo social y productivo a favor del sector de actores tradicionales de Carnaval, a la vez que incentivos a la creatividad y la innovación carnavalera.
Uno de los temas que más se ha debatido es el modelo de gestión. El Carnaval de antaño, el de la ciudad pequeña, solía ser organizado por juntas de notables y funcionarios y luego por una corporación municipal, pero el sistema se volvió incapaz, mientras que la fiesta daba señales de haberse venido a menos, dividida entre los clubes de la élite y la celebración popular de la calle.
A mediados de los años ochenta del siglo pasado convocamos desde la Cámara de Comercio de Barranquilla foros ciudadanos para debatir el esquema de manejo y las alternativas a seguir para el rescate de las tradiciones y el fortalecimiento del Carnaval de Barranquilla. Al mismo tiempo, se produjo la emergencia reivindicativa de los grupos folclóricos de base que se asociaron –y a los que apoyamos también desde la misma Cámara de Comercio– para defender sus intereses concretos y reclamar un reconocimiento apropiado a su importante contribución.
Como resultado del proceso de consulta ciudadana y búsqueda de soluciones, se creó en 1991 una sociedad de economía mixta a la cual se le entregó en concesión el manejo de los espacios públicos y se le comisionó la organización del Carnaval con eficiencia, pulcritud e independencia de intereses políticos. La estrategia, que no estuvo exenta de polémicas por el sesgo privatizador que se le atribuía, ha derivado finalmente hacia la fórmula institucional de una entidad mixta sin ánimo de lucro y utilidad común, en atención a la naturaleza de la fiesta como fenómeno eminentemente cultural y al hecho de que lo comercial no es un fin, sino un medio, ya que la financiación actual proviene mayoritariamente de ingresos por comercialización y cobro de derechos, y los excedentes anuales se reinvierten en el propio Carnaval.
La Fundación Carnaval de Barranquilla trabaja todo el año en función del proceso festivo y no cabe duda de que ha conseguido mejorar y profesionalizar su planeación, la consecución de recursos y la gestión organizativa. Además, mantiene abiertos los canales de diálogo y concertación con los grupos de interés que se preocupan por el Carnaval y actualmente cuenta en su junta directiva con representación de la Alcaldía, los grupos folclóricos y las organizaciones privadas sin ánimo de lucro que han aportado capital económico y apoyo institucional: la Fundación Mario Santo Domingo y la Cámara de Comercio de Barranquilla.
La Fundación se ha fijado como misión actual gestionar desde un modelo de alianza público-privada el fortalecimiento del Carnaval como proyecto anual de interés colectivo de la ciudadanía barranquillera, teniendo en cuenta su naturaleza pública y de patrimonio cultural. Se trata de impulsar el carnaval como fiesta participativa, urbana, contemporánea y democrática, para lo cual esta entidad no debe concebirse como mera operadora de eventos, sino como colaboradora estratégica de la Alcaldía y los otros niveles estatales, tanto para preparar y ejecutar las actividades de la programación central del Carnaval, como para servir de nodo coordinador de una compleja trama de responsabilidades organizativas, distribuidas y compartidas entre diversos actores estatales, empresariales y de la sociedad civil organizada.
Además de colaborar con el Distrito para un fin de interés público, la Fundación ha buscado hacerlo de manera sostenible y ahorrarle al fisco enormes cantidades de recursos públicos. Uno de sus logros ha sido atraer el apoyo de benefactores y canalizar sistemáticamente recursos del sector privado hacia el Carnaval de Barranquilla. La filantropía y la responsabilidad social empresarial son motivaciones cada vez más importantes para los patrocinios, donaciones y colaboración con grupos folclóricos y proyectos especiales por parte de los empresarios. También se avanza gradualmente en el ordenamiento y disciplina de la propaganda y anuncios comerciales en los desfiles y eventos masivos del Carnaval.
El presente libro es una valiosa iniciativa editorial de la Fundación Carnaval de Barranquilla que busca encuadrar el panorama de las múltiples facetas del Carnaval barranquillero, para su promoción, conocimiento y disfrute por parte de lectores locales y foráneos. Reúne esmerados textos de escritores y especialistas que se han interesado desde hace años en su estudio y preservación, especialmente convocados, al igual que la contribución de amigos del Carnaval de otras latitudes. Su amplia galería visual tiene gran valor documental, retrata fielmente la naturaleza plástica y colorida de la fiesta, y es el resultado de un esfuerzo de investigación, recopilación y selección del registro que han hecho los mejores fotógrafos de varias épocas. Este recorrido por su historia, manifestaciones, símbolos y significados, así como la influencia que ejerce en la economía local y en las artes y letras resalta la singularidad de esta esplendorosa matriz de cultura popular, que se ha implantado de forma permanente en la cotidianidad de los barranquilleros y en su manera de percibir la vida.
El Carnaval de Barranquilla, maravillosamente vivo y fuente desbordante de alegría, es un verdadero tesoro de nuestra comunidad. Su pasado y su presente –tal como este libro lo testimonia- le auguran un futuro promisorio, siempre y cuando sepamos valorarlo, cuidarlo y estimularlo como patrimonio cultural dinámico y participativo que ofrece una formidable oportunidad para la cohesión ciudadana, el encuentro de identidades y el desarrollo de las industrias culturales.
Eterna vida tenga este bendito Carnaval, que aprenden a gozar todos aquellos que se deciden a vivirlo, y que hace posible que riendo, cantando y danzando, compartamos con los otros, con miles de seres humanos, momentos inolvidables de plena vigencia del utópico derecho a la felicidad colectiva.
[…] Prólogo del libro “Carnaval de Barranquilla. La fiesta sin fin” (Barranquilla, 2011), publicado por la Fundación Carnaval de Barranquilla, con la dirección editorial de José Antonio Carbonell Blanco (Editorial Maremágnum) […]